Así fue como llegó este cuentecito de Inés Arredonde a mis manos. Sentí que los ángeles no me apapachan porque no salgo al metro, jajaja.
Año nuevo
Inés Arredondo
A la Vita
Estaba sola. Al pasar, en una estación del metro de París vi que daban las doce de la noche. Era muy desgraciada; por otras cosas. Las lágrimas comenzaron a correr silenciosas.
Me miraba. Era un negro. Íbamos los dos colgados, frente a frente. Me miraba con ternura, queriéndome consolar. Extraños, sin palabras. La mirada es lo más profundo que hay. Sostuvo sus ojos fijos en los míos hasta que las lágrimas se secaron. En la siguiente estación, bajó.
Abrazo en este otoño con Olor a Invierno Parisino.
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