domingo, marzo 28, 2010

El hospital, un acompañante molón y yo.

¡Recordando a mi cuarto milagro!
Las últimas 26 horas han sido larguísimas. Desde las 8 de la noche de ayer sábado, me plantee en el hospital para en caso de una contingencia, pues tomar decisiones. Dos horas depués llegó mi acompañante; pasé por él. Y nos subímos al nivel de UCI, donde nos sentamos, platicamos, hablamos de libros, de su trabajo, de mi trabajo, de anécdotas de mi infancia. Cenamos un Danone, bebible, yo de fresa y él de durazno. Algunas horas después, tratamos de conciliar el sueño, cosa casi imposible, los asiento incómodos, frío...
Toda la noche me moví como chinicuil, como dirían en casa: "tienes chinches en el trasero".
Cuando amanecía, escuchamos a los pájaros cantar, nos paramos en la ventana y olísqueamos todo el aroma del nuevo día.
¡Sorpresa! Cargó pila, y muéleme y muéleme; y contestándole que se portara bien, porque mi abuela estaba adentro; él respondía que estaría bien, para que se parara de la cama. Rié y ríe, haciendo gestos. Burlándose de un doctor tan alto como una garrocha, de las enfermeras, de los familiares de los pacientes, todo un show.
Horas después, me relevaron del cargo y con toda el hambre del mundo, nos fuimos a nuestro siempre eterno mercado en la del Valle.
Desayunámos, quesadillas y Coca-Cola; postre sus cerecitas y yo lenguas de gato.
No paró en todo el día de molestarme. La verdad me gustó, me hace reir y olvidar un poco toda la tensión por la que paso últimamente.
Estar a su lado, es cagado, es divertido, es asombroso, es increíble. Si tengo que cuidar a mi abuelita el próximo sábado, le pediré que me acompañe.

PD. La abuela sigue igual, estable.

Saludos domingueros vacacionales.

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